La resignación nos lleva indefectiblemente a la esclavitud, a la miseria. Nos lleva a una vida mediocre, en la que delegamos nuestra capacidad de hacer y decidir, donde entregamos la mitad de nuestro tiempo a un empleo que sólo enriquece a los patrones.
Desde fin de la última dictadura militar, intentaron hacernos creer que la salvación había llegado, que la democracia iba a traer la igualdad, la participación del pueblo, la libertad. Pero no fue así. La llegada de la democracia sólo fue un cambio de maquillaje, un cambio de gobierno dentro del Estado. El terrorismo de Estado continuó, siguió habiendo persecuciones ideológicas, casos de gatillo fácil, muertos de hambre, jornadas laborales de 12 hs., pobreza y represión, de la mano de un sistema capitalista que sigue enriqueciendo a unos pocos a costa del empobrecimiento de los trabajadores.
La historia se repite: pasada la crisis del 2001, el gobierno con la ayuda de los medios de prensa del Estado han intentado hacernos creer que habíamos salido del pozo, que habíamos dejado de lado otra crisis para entrar en un período de prosperidad. Nada más lejano de eso. Basta con recorrer las calles para ver la miseria, basta con tener un empleo para sentir la explotación, basta con expresarse para sentir la represión.
Elección tras elección nos cansamos de escuchar mentiras y más mentiras por parte de los políticos. Es preciso erradicar de una buena vez la idea del gobierno “menos malo”. La historia muestra como el gobierno cambia de maquillaje (derecha, izquierda, centro), pero los explotados, los pobres, los trabajadores, siguen siendo siempre los mismos. Resignarnos a ser gobernados, conformarnos con el gobierno “menos malo”, es ni más ni menos que entregar nuestras vidas, resignar nuestra libertad. Ninguna decisión tomada desde atrás de un escritorio va a en pos de beneficiar al pueblo trabajador. Nada debemos esperar de aquellos que se ubican por sobre nosotros, que dicen saber qué es lo mejor para nuestras vidas, que manejan las cosas a su antojo, y se llenan los bolsillos a costa de la explotación de los trabajadores.
Es por eso que no debemos conformarnos con migajas, debemos enfrentar a cualquier tipo de gobierno, enfrentar al Estado en todas sus formas, ya sean policías, iglesias, o patronales. Para eso es preciso que nos organicemos dejando de lado el individualismo egoísta, para lograr una verdadera unión de los trabajadores, fuera de los partidos políticos y sus intereses, sin otro fin más que el de la revolución social, una unión de trabajadores que tenga las fuerzas necesarias para tomar los puestos de trabajo, expropiar a los burgueses y explotadores, y así fundar sobre las ruinas de éste sistema asesino, una nueva sociedad de hombres y mujeres libres, sin ricos ni pobres, sin opresores ni explotados.
Desde fin de la última dictadura militar, intentaron hacernos creer que la salvación había llegado, que la democracia iba a traer la igualdad, la participación del pueblo, la libertad. Pero no fue así. La llegada de la democracia sólo fue un cambio de maquillaje, un cambio de gobierno dentro del Estado. El terrorismo de Estado continuó, siguió habiendo persecuciones ideológicas, casos de gatillo fácil, muertos de hambre, jornadas laborales de 12 hs., pobreza y represión, de la mano de un sistema capitalista que sigue enriqueciendo a unos pocos a costa del empobrecimiento de los trabajadores.
La historia se repite: pasada la crisis del 2001, el gobierno con la ayuda de los medios de prensa del Estado han intentado hacernos creer que habíamos salido del pozo, que habíamos dejado de lado otra crisis para entrar en un período de prosperidad. Nada más lejano de eso. Basta con recorrer las calles para ver la miseria, basta con tener un empleo para sentir la explotación, basta con expresarse para sentir la represión.
Elección tras elección nos cansamos de escuchar mentiras y más mentiras por parte de los políticos. Es preciso erradicar de una buena vez la idea del gobierno “menos malo”. La historia muestra como el gobierno cambia de maquillaje (derecha, izquierda, centro), pero los explotados, los pobres, los trabajadores, siguen siendo siempre los mismos. Resignarnos a ser gobernados, conformarnos con el gobierno “menos malo”, es ni más ni menos que entregar nuestras vidas, resignar nuestra libertad. Ninguna decisión tomada desde atrás de un escritorio va a en pos de beneficiar al pueblo trabajador. Nada debemos esperar de aquellos que se ubican por sobre nosotros, que dicen saber qué es lo mejor para nuestras vidas, que manejan las cosas a su antojo, y se llenan los bolsillos a costa de la explotación de los trabajadores.
Es por eso que no debemos conformarnos con migajas, debemos enfrentar a cualquier tipo de gobierno, enfrentar al Estado en todas sus formas, ya sean policías, iglesias, o patronales. Para eso es preciso que nos organicemos dejando de lado el individualismo egoísta, para lograr una verdadera unión de los trabajadores, fuera de los partidos políticos y sus intereses, sin otro fin más que el de la revolución social, una unión de trabajadores que tenga las fuerzas necesarias para tomar los puestos de trabajo, expropiar a los burgueses y explotadores, y así fundar sobre las ruinas de éste sistema asesino, una nueva sociedad de hombres y mujeres libres, sin ricos ni pobres, sin opresores ni explotados.
Al enemigo, puño cerrado; al compañero, salud y libertad!